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¿Lo que funciona no se toca?: Cambiar cosas cuando todo va bien

“Nunca hagas cambios en un equipo que funciona”. Con esta afirmación, el entrenador Alf Ramsey llevó a la selección inglesa a ganar la Copa del Mundo en 1966. Incluso hoy, más de 50 años después, numerosos entrenadores siguen el principio de Ramsey.

¿Son siempre necesarios los cambios?

En las fases en las que todo parece funcionar, a muy pocos entrenadores se les ocurre la idea de hacer cambios fundamentales: la alineación, la estrategia de partido y el modelo de juego se mantienen, independientemente de la dirección que lleve el oponente del fin de semana. Dos ágiles extremos que tienen que volver a sentarse en el banco podrían ser una alternativa más sensata contra los torpes laterales del próximo oponente.

¿Por qué esta forma de pensar sigue estando tan extendida en tiempos de entrenamiento ultramoderno, análisis tácticos o de rendimiento? ¿Hay una chispa de verdad en esta afirmación después de todo?

Los resultados positivos generan optimismo y, por lo tanto, promueven ideas y procesos que permiten un mayor éxito. Este fenómeno no solo puede estar relacionado con la dinámica de grupo del once inicial, porque una actitud básica de confianza en sí mismo también influye en el desempeño de cada jugador de manera individual. Las partes del cerebro que también procesan las emociones juegan un papel clave en todas las decisiones que toman los humanos. Por lo tanto, las emociones influyen permanentemente en las decisiones de los jugadores: hacen que la situación actual del juego sea más fácil o más difícil.

¿Éxito a través de un estado de ánimo positivo?

Un marco familiar, por ejemplo en una alineación inicial recurrente o el compañero habitual a tu lado en el centro del campo, puede influir significativamente en la actitud básica de cada jugador individual. Y aquellos que desarrollan creencias positivas tienen mayores posibilidades de éxito.

Este proceso, también conocido como profecía autocumplida, es un fenómeno que ha sido ampliamente estudiado en la ciencia. En relación al fútbol, ​​la tesis dice: El jugador cree en una predicción, por eso actúa de tal forma que se cumpla. Existe una retroalimentación positiva entre la expectativa y el comportamiento.

En relación con el resultado del partido, por lo tanto, puede tener mucho sentido confiar en un once inicial que ha desarrollado creencias positivas a través de experiencias pasadas de éxito y, por lo tanto, tiene una mayor probabilidad de éxito. Sin embargo, a largo plazo, es difícil para un entrenador moderar e implementar con éxito este enfoque: a más tardar, cuando un jugador regular falla, el equipo depende de un reemplazo. Y en tal situación, esto probablemente esté lejos de estar dotado de vivencias anteriores positivas, básicamente porque no existe conexión previa.

¿Y cómo lo afrontamos ahora?

Exigimos coraje y determinación a nuestros jugadores. Sin embargo, estos atributos solo se desarrollan si hay un sentido regular de éxito. Si no aparecen en la competición, es por lo tanto más importante crear un espacio para la positividad dentro del entrenamiento y forzar experiencias de éxito previas al fin de semana, porque…

“Sin confianza en uno mismo, es imposible completar con éxito incluso el acto más simple”

– Chernikova, 1975

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