Cuentan que allá por 2009, Thomas Tuchel, en su primer entrenamiento como entrenador del Mainz 05, vio algo que le horrorizaba de sus nuevos pupilos: abrían el balón constantemente a las bandas, para poner una cantidad desmesurada de centros al área, la mayoría de ellos poco productivos. El entrenador bávaro comprendió que había mucho trabajo por delante para intentar plasmar en su equipo el nuevo estilo que él consideraba idóneo y más semejante a su filosofía de juego. Para implantar su modelo de juego, debería hacer unas modificaciones significativas.
Con la palabra no le iba a bastar para conseguir un cambio de mentalidad en sus jugadores, tenía que sorprenderlos de alguna manera, así que no se le ocurrió otra cosa que modificar el espacio habitual del juego. Pasó del rectángulo al diamante, para que se jugara más por el carril central que por el lateral. Este cambio provocaría un “shock” en sus jugadores, justo lo necesario para hacerles entender su proyecto.
El primer día, cuando los jugadores del Mainz salieron al campo de entrenamiento se miraron todos con cara de sorpresa. Al campo le faltaban las esquinas. Habían dejado de existir los carriles laterales y los córners. “Si la portería está en el centro, será mejor aparecer por ahí”, comentó el técnico a sus jugadores antes de iniciar el primer ejercicio en ese espacio. El Mainz 05 y el Borussia Dortmund posteriormente, se convertirían bajo el mando de Thomas Tuchel, en los reyes del juego diagonal.
Comentaba Tuchel en varias entrevistas, que su intención no era repetirles una y otra vez a sus jugadores que debían combinar vertical y diagonalmente, sino obligarlos mediante este cambio tan chocante a que ellos mismos tomaran la decisión correcta.
“No pretendía ser el típico entrenador que hiciera sonar su silbato cada vez que mi equipo jugara en largo o de manera horizontal para decirles: ¡ey, de manera diagonal”.
Cortó el campo y simplemente sus jugadores se vieron obligados a hacer otra cosa distinta a lo que hacían habitualmente. Tuchel era el apoyo y guía para mejorar y ayudar a su equipo en la asimilación de la idea.
Esta lectura, se alejaba de los patrones clásicos del fútbol alemán, pero esta visión hábil, pensada para favorecer el pensamiento lateral de cada jugador de la plantilla, fue confirmada con datos sobre el terreno de juego. Tuchel consiguió los objetivos deseados, y forzó entre otras cosas a la federación alemana (que ya venía desarrollando cambios en su metodología de entrenamiento en las escuelas de fútbol del país), a implementar los campos de juego en forma de diamante u octágono: favorecería la mejora en la toma de decisión del jugador, y se conseguiría penetrar en el ADN del jugador alemán las bases del nuevo estilo. El juego combinativo, la profundidad para evitar el “tocar por tocar”, la mejora en los desmarques de ruptura, y esa diagonalidad observable en las categorías inferiores y primer equipo de la selección alemana.
Muchos entrenadores de la nueva escuela alemana como son Julian Nagelsmann, Jurgen Klopp o Roger Schmidt se apuntaron a esto de los campos en forma de diamante. Y curiosamente todos ellos, tienen un estilo de juego parecido e identificable entre sí.
¿Será el campo en forma de diamante el nuevo paradigma metodológico del entrenamiento de fútbol?
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