Siempre ha habido una gran discusión sobre cómo debe ser la figura del entrenador de fútbol. Tenemos al estratega, el comentarista, el ex jugador que cuenta su historia a diario, el motivador, y otras muchas calificaciones. Y bajo nuestra opinión, todos deberíamos ser el entrenador estratega: El que ofrece opciones y situaciones ya preparadas a sus jugadores cada domingo sobre lo que entrenó o imaginó durante toda la semana. Y sobre todo, el que maneja la estrategia de tratar a sus jugadores de la manera que ellos creen que necesitan ser tratados, pero llevados al terreno del entrenador; a su manera.

Fuera de cualquier clasificación, el entrenador tiene que ir más allá de trabajar con el balón, también debe preocuparse por la relación humana, los sentimientos de los jugadores por el juego, el entrenamiento, la profesión.

Estamos hablando de un grupo de personas con mezclas muy variadas. Es posible que tengamos personas cerradas o tímidas, personas con un ego enorme, o jugadores que darían todo por ti. Hay varias perspectivas diferentes dentro del mismo entorno. Y el entrenador estratega debe tener una hermosa lectura de esa imagen que se dibuja frente a él. A veces, una palabra en medio de un discurso se pierde y todo el contexto desaparece. El entrenador estratega debe tener un poco de PSICÓLOGO cuando trata con tantas procedencias diferentes dentro del mismo vestuario.

Una vez como jugador, en un equipo tremendamente mal organizado, el entrenador nos llevó al centro del campo y nos dijo: “Estoy cansado de entrenar algo durante la semana y entrar al partido y ver a mi equipo como kamikazes cuando el árbitro pita el inicio”.

El entrenador luego se giró, y empezó el entrenamiento sólo con los once que iban a jugar el partido. El resto nos quedamos apartados preguntándonos entre nosotros el significado de la palabra kamikaze. Si algo aprendí de ese entrenador, es que siempre preguntaré a mis jugadores al final de una sesión de entrenamiento si han entendido lo que hemos trabajado.

El entrenador también necesita mucha disposición física y especialmente mental para hacer frente a las conjeturas de todos los jugadores. Su balance psicológico tiene que ser fantástico porque escuchará cosas de sus familiares, amigos entrenadores, directivos, coordinadores… Todos entienden más de lo que él sabe, se supone, todos conocen la pelota más que él, se supone, todos se meten con el equipo y el equipo mejor que él. Todavía tienes que sentirte afortunado el domingo por poder seguir manteniendo tu puesto, aunque tu salario sea de 40 euros mensuales.

Lo que no sabemos desde el exterior es que esa persona que tanto mencionan es ese líder por naturaleza que ellos jamás serán.

Para llegar al punto de tener la sensación de mirar a tu equipo y ver que muchos hacen un trabajo invisible es más importante que muchos que tienen una mayor visibilidad, se necesita mucho tiempo. Porque quien está fuera no se da cuenta de eso.

Pero en el calor del juego, de la semana, de las expectativas establecidas por el club, de los sueños de los niños que se han convertido en jugadores de fútbol, no es tan simple y frío. Y todavía tenemos que tratar con directivos que piensan que saben algo sobre el balón.

El entrenador estratega tiene que lidiar con estas expectativas todos los días y lidiar con una situación que, para mí, es lo peor en un vestuario: la alienación.

 

Todos hemos entrenado a jugadores que no sabían las reglas de la competición que jugaron. Con “jugadores” que no tenían la más mínima preocupación por mejorar. Aquellos que el jueves están llamando a familiares y amigos diciendo: “El entrenador me tiene manía y no sé por qué”.

Independientemente de la característica principal del entrenador estratega, tiene que tratar bien con el ser humano y convertirlo en parte importante de su trabajo diario. Y en el mundo actual, donde lo virtual vale más que nada, el trabajo de estos entrenadores ha aumentado.


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