Estamos saliendo de esa época en la que construíamos el juego del fútbol, principalmente, con la suma de las habilidades y competencias de los once jugadores del campo. Estamos entrando en la fase en que el juego está construido bajo principios y conceptos tácticos desarrollados en la aplicación de modernas metodologías de entrenamientos.
El juego evolucionó, se desarrolló, cambió sus características. Hoy, no se gana en el fútbol con la simple suma de las capacidades de los jugadores. Puede suceder, por supuesto, pero este fenómeno está perdiendo fuerza en favor de las tácticas grupales. Esto no es bueno ni malo, tan sólo nos obliga a saber explotar inteligentemente el poder de las individualidades, cuando construimos un modelo de juego.
Las competencias de los jugadores tienen que estar al servicio de algo que se ha vuelto más fuerte que las individualidades: el juego. La “orquesta” tiene que tocar como un todo y no estar tan pendiente de uno u otro instrumento.
En general, los entrenadores sufrimos mucho con el estatus de estrella de algunos jugadores. Sobre todo en lo mediático y popular que algunos jugadores se vuelven por todo lo que representan. Esto puede y debe ser mantenido. La cuestión apunta directamente a las acciones del campo. Varios paradigmas tácticos de nuestro juego colocan a las individualidades como situaciones tan relevantes que no permiten observar ni dar importancia al colectivo. Es urgente cambiar nuestra mentalidad respecto a esto, por nuestro propio bien y por el del propio equipo.
A muchos jugadores actuales, se les da un poder tan inquebrantable, que traen dificultades para la construcción de un modelo o idea de juego. Por el miedo de perder el status adquirido, los jugadores de mucho nivel no quieren salir de la comodidad de actuar en una determinada zona del campo, haciendo lo que siempre han hecho y con éxito. Esto significa que no suelen contribuir al juego colectivo, incluso porque no aprendieron que era así cuando el entrenador de turno le hacía saber que él, por su gran nivel, no debía defender como el resto. Este es un mal que cometen muchos equipos y entrenadores en detrimento de un equipo más sólido o con una idea mucho más clara; incluso, perjudicando al nivel y rendimiento del equipo.
Bill Cartwright, ex jugador de baloncesto estadounidense, dijo un día: “La mayoría de los equipos tienen camaradas que quieren ganar, pero que no están dispuestos (o no saben) a hacer lo que se necesita. ¡Y lo que se necesita es dar de sí para el equipo, y hacer su parte.”
Este pensamiento encaja como un guante a las necesidades actuales del fútbol moderno. El dar de sí al que se refiere Cartwright, no tiene que ver solamente con la entrega física o mental, sino principalmente, con las cuestiones tácticas del juego.
Cuando el juego era decidido esencialmente por el poder de las individualidades la alineación era la fuerza mayor en el fútbol: “Este o aquel jugador se carga al equipo a la espalda para ganar”. ¿Os suenan este tipo de frases?
Son afirmaciones corrientes en el fútbol actual y que huyen de la creencia de la existencia de un juego que prima por la colectividad de las acciones.
En medio de estas y otras contradicciones, se percibe claramente la diferencia entre dos perfiles de entrenadores actuales en nuestro fútbol: los alineadores y los constructores del juego. Esta dicotomía está presente en cualquier parte del mundo y en cualquier categoría.
El alineador de equipos está más involucrado con la fuerza del sistema táctico y la composición del “once” en el campo. Intercambia “piezas” hasta que el sistema encaja, o cambia el sistema para encajar las “piezas”.
El constructor de juego, percibe la complejidad de su dinámica e interfiere directamente en su construcción. Utiliza principios y conceptos tácticos que provocan el encaje de las piezas en la composición de una idea de juego que tiene “principio, medio y fin”. Es decir, el equipo tiene cara y es reconocible a ojos del espectador. Los entrenamientos son armas poderosas para los constructores de juego y el juego es el objetivo de todas sus sesiones.
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