Reconocer el espacio de juego es fundamental. Sin reconocer el espacio, jugar sería una tarea imposible; no apreciaríamos el tiempo y la distancia. Las decisiones sobre los espacios en nuestra vida cotidiana es algo que hacemos casi automáticamente, casi sin pensar demasiado en ello. Un gran ejemplo de reconocer el espacio en nuestro día a día es cómo, en un pabellón lleno de gente, es raro ver a las personas chocar entre sí; existe esta percepción aparentemente “automática” del espacio, la velocidad y el tiempo que se requiere a medida que las personas se mueven en direcciones opuestas entre sí. Esta conciencia espacial “natural” mostrada por la gente común debe transferirse al fútbol. Sin embargo, hay una diferencia cuando se practica un deporte: el juego del fútbol requiere una “visión completa”.

Muy a menudo veo que los jugadores reciben la pelota y la pasan hacia atrás porque no saben cuánto espacio tienen a su alrededor para permitirles girar con la pelota. Este problema se produce porque el jugador receptor no se ha puesto en una posición abierta”. Colocarse así, es abrir la oportunidad para la grandeza. Alcanzar una posición de recepción que brinde la mayor visión posible del terreno de juego es una prioridad vital para los entrenadores y debe introducirse en una etapa temprana en el “camino” de desarrollo de jugadores jóvenes.

La “pasión” por el fútbol de posesión que se ha infiltrado en el juego tiende a carecer de oportunidades de penetración. Gran parte de la similitud “robótica” que vemos en el juego presenta situaciones de posesión de balón que no llevan un final positivo. Este problema se relaciona directamente con que los jugadores no aprecian los espacios cuando están disponibles cuando están con la pelota o cuando se posicionan para recibirla. En consecuencia, girar y avanzar se convierte en una apuesta que con demasiada frecuencia es una apuesta perdedora. El juego combinativo se ha convertido, en general, en un fútbol de “la seguridad primero”: los jugadores no llegan a reconocer el espacio de juego para penetrar y explotar ni tienen una “imagen visual” de las oportunidades de girarse, por lo que siempre realizan una respuesta simple (pase atrás o balón despejado).

Me encanta ver a Messi en acción. Cuando está sin la pelota, evalúa constantemente los espacios en los que puede recibir la pelota; cuando está con balón, examina las situaciones en busca de oportunidades para correr con la pelota o, si no hay espacio disponible, simplemente pasarla. Sin embargo, si hay espacio disponible, lo reconoce de inmediato y tiene la confianza y la capacidad de atacarlo con mucho éxito.

Para mí, el desarrollo de Messi es un excelente ejemplo de cómo la grandeza puede y debe desarrollarse. Se le ha permitido fallar, pero continúa tratando de tomar decisiones positivas con y sin el balón durante toda su carrera como jugador. Esta continuidad de desarrollo en fútbol base lo ha hecho increíblemente consciente del espacio-tiempo y para generar respuestas positivas siempre que sea posible.

Se dice que Messi es único en términos de talento para el fútbol. Esto es cierto, pero creo que es debido a la introducción durante muchos años de métodos de entrenamiento “impuestos”. Desde niño vio una manera de jugar en el campo y se le ha permitido continuar en esa línea para convertirse en el mejor jugador que el fútbol ha visto (en mi opinión). Estoy seguro de que hay jugadores jóvenes por ahí que, dándoles la “vía” de desarrollo adecuada, podrían alcanzar los altos estándares de juego que deseamos pero no logramos conseguir con todos nuestros jugadores.

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